Santa Bárbara  ( Gijón, Asturias ), el primer barrio obrero de la ciudad, construido por la Fábrica de Moreda para alojar a las familias de sus trabajadores con menos recursos.

Tras varios años de estancamiento, la vecindad comienza a renacer, con la llegada de parejas jóvenes y familias con niños.

 

Una estampa similar a la que se produjo cuando, poco a poco, las familias de los obreros de Moreda fueron llenando las 202 viviendas que componen el poblado hace seis décadas. Muchas de ellas, realmente humildes, provenían de edificios muy antiguos y de casas compartidas con otras familias. Una procedencia que nunca olvidaron y que contribuyó a forjar verdaderos lazos de hermandad entre pequeños y mayores. Lazos que se hacían notar, sobre todo, en los momentos difíciles, cuando lo poco que había era compartido por todos y con todos.

Un buen ejemplo fue la Huelgona del 62, que afectó con especial crudeza a la barriada. «Duró cerca de dos meses y se pasó mucha hambre. La Guardia Civil tenía custodiado el economato para que nadie lo asaltara y teníamos que tirar de los huevos de las gallinas que algunos tenían en el patio y de lo que daban las huertinas», recuerda el presidente de la asociación vecinal, José Ignacio Gómez, ‘Manín’, que inauguró el barrio con apenas seis años.

El por entonces párroco, José Luis Martínez, «metió más de un sobre con dinero por debajo de las puertas de quienes peor lo estaban pasando», rememora Carmen López, quien llegó al barrio con nueve meses de vida. No fue la única muestra de solidaridad ni mucho menos. Unos años antes, cuando la fábrica le quitó la vivienda a la primera viuda del barrio, sus vecinos y compañeros de trabajo elevaron numerosas protestas que llegaron hasta la directiva.

«Lamentablemente, no pudieron evitar que esta familia perdiera su hogar, pero fue la primera y última mujer a la que le pasó eso. Desde entonces, cuando una de las vecinas quedaba viuda, la empresa le buscaba un trabajo en la fábrica y conservaba su vivienda», relata otra de las niñas que crecieron con Santa Bárbara, Zoraida Muñoz. Algo similar ocurrió con la familia de otro vecino, padre de tres niños, que permaneció ocho años en prisión después de que se le incautase propaganda del PCE. «Prácticamente todo el barrio se volcó con la familia», recuerda Manín.

Los primeros años, reconocen todos, fueron complicados. «No tuvimos escuelas ni iglesia hasta un año después, así que los niños en edad escolar teníamos que trasladarnos a otros barrios de la ciudad», relata Manín. Cuando finalmente se inauguraron las escuelas, eran cerca de 150 los niños que acudían a ellas. Los primeros profesores que tuvieron -y a los que todavía hoy, sesenta años después, todos recuerdan- fueron María Teresa Alonso, Enrique Terol, y pronto se les unieron Aída Corte y José Luis.

Cinco años después, animados por el sacerdote José Luis Martínez, los vecinos iniciaron la construcción de su centro social. «El párroco logró reunir medio millón de pesetas gracias a una tómbola benéfica que en aquella época se instalaba en el paseo de Begoña», recuerda Carmen. La empresa añadió algo más de dinero y los vecinos y trabajadores de Moreda pusieron el resto, aportando aquello que cada uno sabía hacer y dedicando horas y horas a levantar uno de los edificios de los que más orgullosos se sienten hoy en día.

Hace algo menos de tres décadas, sucedió algo que cambió por completo el barrio. «Ya se habían cumplido los treinta años que la ley establecía para que la fábrica pudiese decidir si vendía las casas a los trabajadores», explica Manín. Desde su fundación, fue Moreda quien corrió con los gastos de alumbrado, saneamiento y mantenimiento de la barriada, por lo que la empresa se decantó por vender las viviendas para evitar más gastos. «Establecieron un precio de venta de 120.000 pesetas, cuando su construcción había costado unas 86.000, así que la mayoría de vecinos nos negamos», explica. Finalmente, y tras unos años de incertidumbre, las viviendas terminaron pasando a manos de sus moradores por una cifra aún mayor: 150.000 pesetas (900 euros).

Desde entonces no sólo «entró el Ayuntamiento» en Santa Bárbara, tanto en forma de impuestos como de arreglos, sino que fueron muchos los residentes que optaron por vender sus casas e irse. «Se perdió un poco ese sentimiento de comunidad, de puertas abiertas», reconocen desde la asociación. Algo que llevan tiempo intentando atajar con actividades que buscan integrar a los ‘nuevos’.

Fuente:  https://www.elcomercio.es/gijon/201603/06/santa-barbara-cumple-anos-20160306012411-v.html

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